Sibila Camps Enviada especial a Pirquitas. INFORME ESPECIAL
Bajo un sol que licua las piedras de la Puna, dos hombres desarman un techo de chapa. En pocos meses, el viento y la lluvia disolverán los ladrillos de adobe, y los restos de la casa se integrarán al paisaje de Mina Pirquitas: un pueblo fantasma.
Si no mudan a su familia lejos de la mina de plata y estaño, Sunshine Argentina Inc., la nueva propietaria, no les mantendrá el puesto. Pero en una carrera contra el escepticismo y el desarraigo, el gobierno jujeño se apronta a responder al reclamo de los pirquiteños: construir un nuevo pueblo a 4.200 metros de altura, y dar los títulos de propiedad a sus habitantes.
El 13 de este mes, la mayoría de las 43 familias marchó 130 kilómetros por la polvorienta ruta de cornisa hasta Abra Pampa, por temor de que, ante el éxodo, fuera cerrada la escuela. Conseguir trabajo en una de las zonas de mayor desempleo del país está cobrando víctimas: destechando sus casas, ya se accidentaron dos hombres.
"Estamos acostumbradas a vivir con nuestros maridos. Nos sentimos tristes porque se van nuestros jóvenes. Cuando quedamos solas, echamos lágrimas --confiesa Cristina Flores de Condorí (46)--. Estamos dispuestos a retirarnos, pero no queremos perder nuestra escuela, nuestra salita de primeros auxilios, nuestro comedor infantil."
El secretario de Asuntos Institucionales de la provincia, doctor Martín Sánchez, asegura a Clarín que el nuevo pueblo también tendrá todos los servicios públicos. Pero los pobladores desconfían. "Hay un arco voltaico que no se ha interrumpido desde la Conquista hasta hoy: no hemos logrado ser creíbles, hemos fallado siempre", reconoce Sánchez. Basta con leer el nombre de la escuela: "Cristóbal Colón".
"Un lugar peligroso"
En realidad, es la escuela que queda. La otra funcionaba 8 kilómetros más arriba, en lo que se conoce como La Veta, donde está el yacimiento que ahora recorren los geólogos en plena etapa de exploración. Allí quedó otro pueblo fantasma, que también se fue vaciando a fines de los 80, cuando quebró la Sociedad Minera Pirquitas Pinchetti y Cia.
Mientras un juzgado porteño resolvía la quiebra, la mayoría de las familias emigró a Abra Pampa, La Quiaca y Humahuaca. Otras 19 resistieron en Pirquitas, criando llamas, ovejas y cabras, y tirando con changas que reparte la Comisión Municipal. Ningún minero cobró indemnización ni sueldos atrasados.
Desde 1995, cuando la Sunshine comenzó a instalar equipos, muchos volvieron. Más caritas quemadas por el frío asomaron de nuevo en los pupitres desvencijados. La esperanza compensaba las noches de 20 bajo cero, y las tardes, de más de 40, las cuatro horas diarias de electricidad, las provisiones escasas, la falta de radio y televisión, el aislamiento.
Pero la empresa fue inflexible. "La planta de tratamiento estará cerca del pueblo y éste será un lugar peligroso. El año próximo circularán 50 camiones con ruedas de 3 metros de alto", sostiene Guillermo Gimeno, jefe de Proyecto de Sunshine.
Cuando se inicie la explotación, habrá un campamento de solteros, con 21 días de trabajo corrido, 9 francos y traslado hasta el lugar donde se radiquen sus familias.
Apoyo del Gobierno
Rosalío Ocedo, vocal 2 de la Comisión Municipal, fue a la Dirección Provincial de Inmuebles, donde le aseguraron que las viviendas y los edificios públicos estaban en lotes fiscales.
La empresa empezó a desplegar títulos y el director de Inmuebles, Silvio Ramos, se puso a investigar: hasta el Gobierno jujeño ignoraba que el pueblo había sido construido en propiedad privada. Más aún: ni siquiera existen mensuras.
"¿Por qué queremos seguir viviendo en Pirquitas? Es un hecho cultural, de costumbres --explica Ocedo--. Hubo chicos que nacieron, formaron familias. Allá abajo hay un cementerio con nuestra gente."
"La idea de la compañía no es que se retiren, sino buscar otro lugar cerca de acá", afirma el jefe de Proyecto. Pero el objetivo de Sunshine parece ser otro: "Nos han ofrecido un camión para que retiremos nuestras cosas", cuenta Noemí Condorí (24), cuyo esposo ya trabaja en la mina.
"Esta es una inversión de 100 millones de dólares, que a mediados de 1999 significará 500 fuentes de trabajo, y que indirectamente beneficiará a otras 2.000 familias. De Pirquitas ya se fueron 12 familias: el 25 por ciento del pueblo --argumenta Gimeno--. ¿Cuál es el objeto de fomentar la permanencia de gente en un lugar que no tendrá más de 12 años de vida útil?"
El Gobierno maneja otros datos. "Descubrieron una veta riquísima, por lo que apostamos a por lo menos 50 años de explotación --revela el secretario de Asuntos Institucionales--. Dios los ha puesto en este lamentable sitio, pero les ha dado una fuente de riqueza. Es justo que se les devuelva reinvirtiendo las regalías mineras."
El 1 de abril, los agrimensores oficiales y los de Sunshine comenzarán a amojonar las 7.500 hectáreas privadas. "Los pobladores no van a creernos hasta que no lo vean --admite Sánchez--. Renegociaremos la reconstrucción de los edificios públicos. Los que emigraron van a volver. Se fundará un nuevo Pirquitas, mal que le pese a la empresa. Por cuestión de soberanía."
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