Sibila Camps
En los seis primeros meses de vigencia de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo (se cumplen mañana), más de 1.300 parejas ya pasaron por el Registro Civil. Y el ritmo de casorios va en aumento.
Al 15 de enero, la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT) ya había contabilizado 1.283 matrimonios, en todas las provincias. Aunque la distribución no es proporcional, ya que la mayoría se da en los grandes centros urbanos.
Marchan a la cabeza la provincia de Buenos Aires (490) y la Ciudad de Buenos Aires (465). Y de las 90 bodas registradas en Santa Fe, 70 corresponden a Rosario. Le siguen Córdoba, con 85 parejas formalizadas; y Mendoza, con 47. En las provincias más conservadoras, el proceso de visibilización de la diversidad sexual lleva más tiempo.
El 70% de los matrimonios son masculinos, con 12 a 15 años de convivencia. “En muchos lugares, para los varones es más fácil ser visibles –interpreta Esteban Paulón, presidente de la FALGBT–. Se casan porque son parejas consolidadas, y en algunos casos porque hay un problema de salud, para resguardarse el uno al otro”.
“Las parejas de mujeres que han decidido casarse son las que tienen hijos e hijas, y ven en el matrimonio la posibilidad de resguardar los derechos –poder coadoptar o hacer el reconocimiento conjunto–, o están con proyectos de maternidad”, completa Paulón.
Las parejas más jóvenes, al igual que las heterosexuales, prefieren tener una convivencia a prueba antes de casarse.
“Hoy no hay premura, porque es un derecho y puede ejercerse en cualquier momento”, señala el dirigente.
Las primeras y los primeros en casarse fueron militantes y parejas del mismo sexo ya reconocidas socialmente; son “las que pusieron el cuerpo” frente a los medios.
Pero ahora que las cámaras ya no van a los Registros, son muchas más las que se animan a pedir turno.
Por otra parte, “hay un número creciente de parejas que, tras casarse, iniciaron los trámites de adopción como matrimonio –agrega–. Y va en aumento el número de parejas de varones que empiezan a averiguar por adopción”. De todos modos, las ONG de la diversidad sexual reconocen que, hasta tanto no se actualice la ley, deberán trabajar codo a codo con los juzgados de familia y los registros de adopción. “El matrimonio igualitario, en un contexto discriminatorio, es una declaración jurada de homosexualidad”, apunta Paulón.
¿En qué ha cambiado la vida de las y los recién casados? “Esta cuestión simbólica de que el Estado nos reconoce y nos protege me legitima ante mi familia, mi trabajo, mi entorno, mis vecinos –expresa–. Da la tranquilidad de que, si me pasa algo, mi pareja tiene las herramientas para protegerme”.
Para María Rachid, vicepresidenta del Inadi y ex titular de la FALGBT –impulsora de la ley, junto con la CHA–, las consecuencias más importantes “no tienen tanto que ver con las parejas en sí, sino con la dignidad y el respeto. El sentido de igualdad al que accede por primera vez una comunidad, tiene efectos en la vida de las personas, que son mucho más fuertes que los derechos civiles concretos a los que se puede acceder a partir de la ley” |