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Buenos Aires, 09 de Febrero de 2014

Dime cómo defiendes, y te diré quién eres

Sibila Camps

La denuncia pública de Dylan Farrow, hija adoptiva de Mia Farrow y Woody Allen, de que su padre abusaba sexualmente de ella cuando era niña, desató polémicas en las redes sociales. He seguido unas cuantas y participado de manera moderada en un par de ellas, hasta que la violencia verbal y/o la obcecación desplazaron por completo mi voluntad de informar. Sin embargo, los argumentos de quienes defienden al cineasta me hicieron reflexionar mucho, y me dieron ganas de compartir las conclusiones. Aclaro que no entraré en la discusión acerca de si existieron o no los abusos, sino en los argumentos para defender a Allen.

Me tocó trabajar en el tema cuando Mia Farrow denunció el abuso sufrido por su hija, y lo seguí de cerca. Desde ese conocimiento del caso, y como siempre doy prioridad a acercar información que sirva para tomar decisiones, informé ahora que entonces, la madre había presentado como prueba un video grabado por ella misma, donde la nena --entonces de 7 años-- le contaba lo ocurrido durante una visita de su padre (Allen y Farrow ya se habían separado, tras el escándalo con Soon-Yi).

Ni la madre ni el fiscal quisieron exponer a la nena a una declaración ante la justicia, debido a su fragilidad emocional; y el mismo fiscal consideró que no había pruebas suficientes para llevar a Allen a juicio (aún cuando ahora afirmó que creía que el abuso había existido). Expliqué, en mis posts, que Allen no fue absuelto, porque ni siquiera fue juzgado; fue, como diríamos en Argentina, sobreseído por falta de pruebas. Sin embargo, un grupo de defensores de Allen insistieron e insisten en que fue absuelto. Y otro grupo de defensores insistieron en que "la justicia dirá".

Expliqué, entonces, que la justicia ya no dirá nada, porque el presunto delito está prescripto; es decir que, en el caso de haber existido abuso sexual, el delito quedó impune. Expliqué también que muchas víctimas de abuso sexual infantil pueden contar lo que les ocurrió, recién muchos años más tarde; y que algunas cuentan unas pocas cosas siendo menores de edad --las pocas que les permite su profunda vergüenza--, y dan más detalles ya en la adultez (éste parece ser el caso de Dylan Farrow, quien ahora no se refirió al hecho de aquella denuncia, sino a los manoseos cotidianos, cuando aún vivían bajo el mismo techo). Por este motivo --señalé--, hay una tendencia mundial a que este tipo de delitos no prescriban en el corto plazo.

Estos argumentos no fueron tenidos en cuenta por los defensores de Allen; ni siquiera para intentar rebatirlos. Y aquí la primera reflexión --que, admito, es una perogrullada--: la inmensa mayoría de las personas opina según y a partir de sus preconceptos y prejuicios, tras picotear y entresacar la información --a veces, apenas datos sueltos-- que mejor se amolda a esos preconceptos. Casi no existe el ejercicio de escuchar/leer al otro o a la otra, de ponerse en su lugar, de pensar qué habría hecho de haberle ocurrido lo mismo, a él/ella, o a su hijo o hija; de sumar argumentos, sopesarlos, eventualmente tratar de rebatirlos con información; no con opiniones, ni menos con preconceptos ni prejuicios.

Doy una prueba: mis posts con esas informaciones fueron borrados por el "dueño" del muro, un periodista muy conocido (lo descubrí recién, después de haber escrito lo anterior). En periodismo, eso se llama manipulación de fuentes.

El otro aspecto que me llamó la atención, fue que la mayoría de los argumentos para defender a Allen fueron ataques contra Mia Farrow: que es una loca/histérica/desequilibrada/enferma, que nunca estuvo "en su eje"; que es una manipuladora; que actuó así por despecho, porque su marido se fue con una mujer más joven (como si Soon-Yi no fuera su hija adoptiva y la hijastra de Allen, como si no hubiera habido engaño y en el seno de ese hogar, como si Soon-Yi no fuera aún una adolescente); y sobre todo, que Mia Farrow mintió, y que Dylan también miente, ya que no pudo probarse los abusos (como si no ocurrieran en privado). El único argumento a favor de Allen fue que, teniendo tan a mano a tantas mujeres hermosas, ¿por qué iba a meterse con una niña? Son argumentos harto conocidos para defender, justificar o minimizar la violencia de género y la pedofilia.

Retomo el argumento de la mujer mentirosa, porque es un clásico. En otra de las polémicas "feisbuquianas", un defensor de Allen, de apellido judío, me acusó de "mentir y tergiversar sistemáticamente", en especial durante mi cobertura del caso Marita Verón, y desparramó agresiones y violencia verbal, que ni me molesté en responder. El ataque verborrágico alcanzó también a un varón, a quien llamó "Doño Roso", y mandó "a la cocina a lavar los platos; de paso lo acusó de antisemita, de nazi y de fascista, entre otras lindezas.

El conocido periodista al que me referí antes, escribió dos días después un nuevo y extenso post en defensa de la inocencia de Allen. No entraré en ese aspecto, sino en ciertas expresiones del colega: "...lo que observo es PROTECCION DE GENERO EN MUCHOS DE MIS CONTACTOS FEMENINOS. Eso no es bueno para un buen juicio interior". Tampoco lo es el haber eliminado información --mis posts-- que podría llevar a sacar otras conclusiones. El conocido periodista escribió también: "HANNAH Y SUS HERMANAS demostró que sólo el, Allen y Bergman, conocen a fondo la –por momentos– el alma femenina, tema tan caro a los hombres". No conozco a ninguna mujer que haya tenido la arrogancia de afirmar que determinada persona –ni siquiera un varón, ni menos una mujer– conoce a fondo el alma masculina, y si alguna lo hiciera, no le creería.

Iba a titular estas reflexiones como "Dime a quién defiendes...", pero recordé el reciente post de un varón, en defensa de una colega de Tucumán. Soledad Iriarte, quien trabajaba en la señal de cable CCC, durante varios meses fue agredida por el jefe del informativo: la obligó a cubrir notas en hospitales mientras cursaba un embarazo de riesgo; le negó el derecho legal de hacer uso de la hora de lactancia; la basureó con frecuencia, y finalmente la despidió. Las y los periodistas de Tucumán, junto con la Asociación de Trabajadores de Prensa de esa provincia, salieron a manifestar públicamente su repudio. En el "muro" de una de las colegas, un varón salió en su defensa: "Las mujeres son hoy los instrumentos más maravillosos de los medios de comunicacion. Defendamos esos instrumentos". Por lo tanto, no se trata sólo de a quién se defiende, sino también de cómo se lo/la defiende.

Por último, hay otro grupo de defensores de Allen --que incluye también a algunas mujeres--, que considera que la vida privada y la obra de un artista deben ser evaluados por carriles separados. A nivel individual, cada cual es libre de hacerlo o no; depende de la índole del o de los delitos de los cuales se acuse al o a la artista, del estómago ético de cada cual, y también de su amplitud mental. En lo personal, no he dejado de ver sin preconceptos ninguna película de Polanski, aún sabiendo que nunca volvió a EEUU para no afrontar un juicio por violación de una adolescente.

El problema se presenta cuando se trata de otorgar o no un premio, un reconocimiento, por parte de una institución representativa de un sector importante de la sociedad. El sí o el no puede significar cosas diferentes, según cada caso. En el caso de los Oscar --y aclaro que no vi esa película--, una eventual distinción a Woody Allen, por parte de la influyente comunidad de Hollywood, ¿podría ser interpretado actualmente de otro modo que no sea como un respaldo al cineasta? En cambio, el no premio --habiendo otras películas y otros directores candidateados--, seguramente se interpretará como que otro filme fue considerado el mejor.

¿Y qué pasaría si la acusación al o a la artista fuera de colaborar con el nazismo, o de haber participado o encubierto un homicidio? El tema da para más, pero por ahora --si llegaron hasta acá--, es suficiente.