Sibila Camps En los establecimientos hospitalarios, los médicos comunican apenas el 2% de las muertes de los pacientes. Este es el primer cuello de botella por el que apenas se ha reducido el número de pacientes que esperan un trasplante de órganos o tejidos, más allá de la ley del donante presunto.
La ley 24.193 establece que todo médico que tome conocimiento del fallecimiento de un paciente -según los signos descritos en el artículo 23-, debe denunciarlo al director o persona a cargo del establecimiento; y ambos tienen que "notificarlo en forma inmediata a la autoridad de contralor jurisdiccional o nacional".
A partir de esa información, esa autoridad verifica que la persona no haya expresado su voluntad de no ser donante. Si no hay impedimentos, los especialistas en procuración evalúan qué órganos y/o tejidos pueden ser o no aptos para ablación e implante.
La ley prevé una multa de 5.000 a 100.000 pesos e inhabilitación de uno a tres años al médico que no denuncie la muerte de un paciente. Sin embargo, un estudio realizado en 2006 en la Capital, donde hay unos cien fallecimientos por día, reveló que sólo se comunican dos. La investigación, respaldada por Poder Ciudadano, fue desarrollada por el doctor Gerardo Solá, cirujano ortopedista oncológico y director técnico del banco de tejidos del Hospital Británico.
"Los mismos médicos que nos dedicamos a trasplantes, desconocemos la ley", afirma Solá. Por eso inició un proyecto que apunta a reducir drásticamente el número de pacientes en espera en los próximos dos años (ver Un programa...).
Las autoridades del Incucai y de los organismos provinciales equivalentes coinciden con el diagnóstico. Varios trabajos presentados el jueves y el viernes pasados en Rosario, durante el
V Congreso de la AAProT (Asociación Argentina de Procuración de Organos y Tejidos para Trasplante), mostraron también que muchos médicos ni siquiera saben que la muerte encefálica ya es la muerte, y que ese paciente fallecido podría ser un potencial donante de órganos.
Menos dudas tienen frente a una muerte por paro cardíaco. Sin embargo tampoco la notifican, con lo que se pierde la donación de tejidos. Entre tanto, se importan córneas (800 dólares), se coloca piel y válvulas cardíacas de cerdo, y se implantan prótesis en lugar de huesos, siempre con mayor riesgo de rechazo.
Además, ni el personal de salud ni la población conocen que las contraindicaciones para la donación de ciertos tejidos no siempre están asociadas a la edad. El presidente del Incucai, Mario Perichon, contó a Clarín el caso de un albañil que pudo salvar su ojo, quemado con cal, gracias a la córnea de un donante de 92 años hasta que, meses después, se consiguió una de mejor calidad.
Durante años se dio una constante: la mayoría de los donantes proviene de hospitales públicos; muy pocos de las clínicas privadas, donde se realiza el mayor número de trasplantes. Se debe a "la dificultad de que reconozcan que donación, ablación y trasplante forman parte del mismo proceso", señaló en Rosario la coordinadora del Hospital Italiano, doctora Mónica Banchero.
La figura del coordinador hospitalario fue instaurada en 2003, al crearse el Programa Federal de Procuración de Organos y Tejidos. En general, los hospitales públicos y privados que incorporaron coordinador, aumentaron el número de donantes reales. Algunos programas -como Buenos Aires Trasplante (BAT, Capital Federal) y Cucaiba- cuentan además con equipos interdisciplinarios que se acercan a los familiares del potencial donante, lo que incrementa la procuración y la contención psicológica.
No es casual que durante 2007 la provincia de Buenos Aires haya aportado el 28,2% de los donantes, seguida por la Capital (17,7%) y Córdoba (12,2%). En 14 provincias, el porcentaje de donantes no supera el 1,6% del total. "Los pacientes en lista de espera son invisibles al personal de salud. Y a la procuración se la ve como una actividad paralela", observa la doctora Laura Maratta, del Cucaimen (Mendoza).
Desconocimiento de la ley, mala formación universitaria y falta de conciencia no son todas las causas. No todas las unidades de terapia intensiva están bien equipadas para tratar al paciente fallecido que podría ser donante de órganos; ni todos los médicos están capacitados para hacerlo. Y a la hora de la entrevista familiar hay más de una interpretación de la ley del donante presunto.
"La única manera de trabajar con la muerte -afirma la psicóloga Alicia Pierini (BAT)-, es que desde la muerte pensemos que se honra la vida".
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