Por SIBILA CAMPS.
O'Brien, provincia de Buenos Aires.
Enviada especial
General O'Brien, a 38 kilómetros de Bragado, es un pueblo valiente: cuando sus 2.400 habitantes supieron que podían tener hepatitis C —y por lo tanto, quizá necesitar un trasplante o morir de cirrosis—, 1.832 fueron a hacerse los análisis. O''Brien es también un pueblo solidario y agradecido: ahora que saben que "sólo" 102 vecinos están infectados (11 veces más de lo normal), todos siguen acompañándolos, al igual que a los médicos y bioquímicos que encabezaron esta cruzada, sin cobrar un centavo.
En este pueblo rural limpio, de jardines prolijos y puertas sin llave, todos se conocen hasta por el sobrenombre. Blanca Dasseville de Candela (57), la primera de las cuatro personas que recibieron un trasplante de hígado en cuatro años, es simplemente Chichí. Rodolfo Corona (59), uno de los tres vecinos a la espera de un órgano, es Fito, el sodero. Juan Alejandro Cámera (43), el médico a cargo de la Unidad Sanitaria, es Ale. Y Nancy Massenzio (41), la única bioquímica, es Nancy.
"A Nancy hay que hacerle un monumento", expresan todos. Notó que algo andaba mal en los hígados de demasiados vecinos y les propuso hacerles hepatogramas: 20 estaban infectados con el virus de la hepatitis B y/o C.
La bioquímica se desesperó cuando empezó a formarse la lista de espera para trasplantes: todos los pacientes habían ido al médico por otras dolencias y, al profundizar los análisis, había "saltado" que tenían hepatitis. Sucede que, si bien la B puede ser aguda, por lo general ambas enfermedades avanzan muy lentamente y sin síntomas (ver Variantes de la enfermedad).
A gran escala
Nancy contó sus sospechas a médicos de Bragado —de cuya intendencia depende O''Brien—, pero no tuvo respuesta satisfactoria. Entonces viajó a Buenos Aires para hablar con Federico Villamil, director médico de la Unidad de Hepatología y Trasplante Hepático de la Fundación Favaloro, quien había operado a sus vecinas.
Le contó que en O''Brien hay pocas familias con obra social. Que la ambulancia y parte del equipamiento de la unidad sanitaria los compraron los vecinos. Que en los últimos siete años cerraron las dos fábricas textiles, donde trabajaban 225 personas. Que los fértiles campos de cereales y las hermosas estancias donde se crían Holando Argentina y Aberdeen Angus se las arreglan con un puñado de peones.
Villamil habló con el virólogo Gastón Picchio, del Scripps Research Institute de La Jolla, Estados Unidos. Allí se harían los análisis más complejos. Evaluaron que laboratorios de ese país y de la Argentina podrían donar los reactivos, y dijeron que sí. Hasta ahora, los costos se estiman en 230.000 pesos, y todos trabajaron gratis.
En julio de 1999, invitados por Nancy y Chichí a través de la FM local, 700 vecinos de O''Brien colmaban la Sociedad Italiana. "Villamil dio una charla espectacular sobre las hepatitis, con diapositivas. La gente entendió todo", recuerda la bioquímica.
La propuesta del médico, de efectuar análisis gratuitos, fue testeada casa por casa, a través de asistentes sociales de Bragado. Era preciso investigar qué tipo de hepatitis había, si era aguda o crónica, y cómo habían ocurrido los contagios.
"Tuvimos mucho miedo. No sabíamos si también los chicos estaban enfermos", confiesa María Luisa Lagrutta. "Pero todos se concientizaron de que otra oportunidad no íbamos a tener. Teníamos que enfrentar el miedo para no quedarnos con la duda", señala Lucía Burga.
Las extracciones de sangre, en agosto de 1999, duraron varios días, a pesar de que los profesionales del pueblo contaron con la ayuda de colegas y técnicos de Bragado. En total, 1.832 personas de todas las edades se sometieron al pinchazo y a un cuestionario epidemiológico.
Los resultados llegaron en noviembre. Nancy no paró de llorar hasta que terminó de comunicar a 102 vecinos que tenían hepatitis C, todos del genotipo más rebelde a las drogas (ver La heroína de esta historia). Pero dentro de la desgracia, había una buena noticia: el 95% de los infectados tenía más de 40 años. El peligro ya había pasado, y todo indicaba que los contagios se habían producido entre 1955 y 1975 a través de inyectables, durante la epidemia de fiebre hemorrágica (ver Las causas de los contagios).
Gratitud
En diciembre, cuando volvió el equipo de Villamil fueron a escucharlo 800 personas. Regresaron en marzo, para hacer 47 biopsias que permitieran conocer el estado del hígado de los pacientes más comprometidos. Ale, el médico, sacó las ecografías para indicar el lugar de la punción.
Se hicieron en el asilo de ancianos construido por los vecinos, aún vacío porque no hay cómo pagar al personal. "Casi 50 biopsias en dos días, sólo con una ambulancia en la puerta... probablemente no tendría los cojones para hacerlo de nuevo", confesó el jueves Villamil al pueblo.
Junto con el doctor Picchio, los médicos volvieron el jueves. Hasta ayer estuvieron aplicando vacunas contra la hepatitis B, tomando muestras y estudiando a cada paciente. Sólo 28 irían a tratamiento, y esperan que las autoridades sanitarias les brinden las drogas, que cuestan 25.000 pesos.
Saben que será duro, pero no se sienten solos. El jueves, casi mil vecinos indiferentes al frío y a la lluvia colmaron el polideportivo que está construyendo el pueblo, para escuchar y aplaudir de pie a Villamil, y colmar de humildes regalitos a las médicas y bioquímicas. A propuesta de dos chicos del Colegio Industrial, el Concejo Deliberante de Bragado declaró a Villamil visitante ilustre de O''Brien. Y los vecinos del nuevo barrio lo bautizaron con su nombre, y designaron a Nancy como madrina.
El encuentro terminó con una gigantesca choriceada, gracias a las donaciones de todos. Lo recaudado será entregado a la Fundación Favaloro. Sobre el telón cedido por una escuela primaria, una maestra había escrito: "Dios no necesita a los perfectos, necesita a los decididos. Gracias".
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