Por Sibila Camps.
En la época en que no existía el e-mail, los periodistas de Clarín envidiábamos a Cora Cané, la única de la redacción que cada día recibía decenas de cartas. Entiéndase bien: no gacetillas sino cartas de los lectores; sus lectores, los de Clarín Porteño. Hoy en día, cuando acaba de cumplir 52 años escribiendo la sección, recibe un promedio de 60 cartas por semana, un testimonio del vínculo establecido con quienes se detienen en las últimas líneas del diario. Clarín Porteño-Notas del Amanecer –como se llamó hasta hace unos años– fue una idea de Lizardo Zia, que a los pocos meses quedó a cargo del poeta y periodista Luis Cané, también jefe del suplemento Cultura y Nación. "Cuando Luis se enfermó, el último año yo empecé a escribir la sección -cuenta quien era entonces su esposa-. Un mes después de su muerte, Roberto Noble, el director y fundador del diario, me dijo: 'Cora, la sección de Luis es suya'. Fue el 28 de mayo de 1957". Comenzó a darle su propio toque, a hacerla más popular. A abrir pequeñas ventanitas: Oído al pasar, Lo importante, Palabra rara, Casos. Incluyó pensamientos, citas, aforismos, coplas. Mechó grageas de humor. Incorporó sus observaciones sobre aspectos cotidianos de los argentinos, percepciones sensibles de una mujer que miraba por la ventanilla del colectivo. Decantó reflexiones de la periodista que además ejercía la profesión en la mayoría de las secciones del diario. Afinó el estilo con la pluma sutil de la escritora que, al mismo tiempo, fue publicando doce libros en todos los géneros.
"Al ver cómo me escribían, se fue estableciendo una conversación casi personalizada con el lector, que fue dando un tono confidencial a la sección -comenta-. Siempre pienso que escribo a un lector; no a miles, sino a alguien con rostro indefinido". Nunca contestó las cartas por otra vía que no fuera un puñadito de palabras en Clarín Porteño: "Al lector le gusta ver su nombre en el diario". Otro tanto ocurre con los miles de libros que ha recibido. Acusa recibo, agradece y los dona. "Formo bibliotecas. Creo, como Lugones, que los libros tienen que circular como monedas". Lo curioso es que esa proximidad se asentó sin que los lectores supieran su nombre. "Tardé 25 años en firmar la columna". Cada tanto lo hace, cuando deja un lado su ritmo de haikus, su poder de síntesis más cercano a la calidez que al laconismo, para dedicar todo el espacio a un solo tema. Casi todas las tardes se acomoda frente a la Olivetti Lettera a condensar las "pastillas" del estribo del diario. "Me lleva tiempo el hurgar en los libros y buscar fechas. De acuerdo a como yo me sienta, busco en los libros o en la invención personal. Si tengo que poner algo denso, trato de equilibrarlo con una copla: en esa sección, el lector busca un cierto descanso de lo que son las noticias y la realidad; trato de que cuando termine de leerla, se sienta bien". Vital y lúcida a los 85 años, Cora se activa con los proyectos antes que con los recuerdos. "El futuro es cada vez más chico, ya me lo llevo por delante. Detesto a los viejos que critican: ¡si nosotros también fuimos jóvenes, y tuvimos rebeldías e incorporaciones! Vivo una época con mis hábitos, mis costumbres, mis códigos. Aprendí computación e Internet a los 84 años y me manejo bien". Resulta obvio que seguirá escribiendo Clarín Porteño. "Sería casi un acto de ingratitud para conmigo misma –interpreta–. Sigo adelante, hasta que las velas no ardan". |