Sibila Camps  
                  Murió la mona Chita –eso dicen los cables–, en un refugio  para primates de Florida (EE.UU.). Que no era mona sino mono . Y que tampoco  era Chita. Ni Cheeta –el nombre original del personaje que acompañaba a  Tarzán–, sino Jiggs Jr. Y que con seguridad no pasó nunca por Hollywood. Lo que  no murió es el mito. 
                  Le dio nacimiento Cyril Hume en 1932, cuando escribió el  guión de Tarzán de los monos , la primera película de la saga del vigoroso  Johnny Weissmuller. En la primera de las 24 novelas, Edgar Rice Burroughs había  presentado a su héroe como un joven huérfano que había sido criado por la mona  Kama, quien no aparecía más que como una referencia. Recién en las ramas de las  últimas historias del escritor se columpió Nkima, un simio que acompañó al atleta  en sus andanzas arbóreas. 
                  Rodaba Chita frente a las cámaras, rodaba la película, y  comenzó a rodar el mito. En las doce películas que filmó Weissmuller en  taparrabos hubo una decena de chimpancés que encarnaron el protagónico  cuadrumano. Pero para las nenas y los nenes fascinados con sus monerías, Chita  se convirtió en un genérico. 
                  También lo fueron Lassie y Rin Tin Tin, el chanchito Babe,  el gato Chatrán y el delfín Flipper, antes de que las asociaciones defensoras  de los animales se armaran de alfileres para desinflar los mitos zoológicos.  Curiosamente, la collie y el ovejero dejaron sus pisadas en el Paseo de la Fama  de Hollywood, pero Chita –o alguno de sus múltiples alter egos – jamás fue  invitada. 
                  ¿Cuál de esos diez simios fue el que sobrevivió hasta ahora?  El mito del mito de Chita fue consolidándose en 1991, cuando Dan Westfall creó  en Palm Springs el refugio CHEETA, que en inglés significa Hábitats Originales  y Mejorados para Simios Amenazados y en Peligro de Extinción. Lo hizo pensando  en dar una vejez apacible a los primates jubilados por el show business , e  inspirado por su propio mono Chita, que él creía auténtica leyenda del  celuloide. 
                  Le había sido regalado en 1993 por su tío Tony Gentry,  entrenador de animales, y lo había cobijado con mito y todo . Gentry no le dejó  ningún papel, pero le había contado que lo había comprado de bebé en Liberia, y  que lo había llevado a EE.UU. en un avión de Pan Am. Había filmado algunos  títulos de la serie Tarzán, y su última incursión en la pantalla grande había  sido Doctor Doolittle . 
                  Westfall también estaba convencido de que su adorada mascota  era el chimpancé más viejo del mundo, tal como lo avalaba el Guiness de 2001 ,  que le acreditaba 69 años y un mes. 
                  Para celebrar su 75° cumpleaños, Westfall encargó la  biografía oficial a R.D. Rosen. El escritor se puso a investigar, y descubrió  que los vuelos comerciales transatlánticos se habían iniciado en 1939; que la  –o el– Chita de Palm Springs había nacido en los 60; que había varias versiones  sobre su origen; y que jamás había pisado un set .  
                  Apenado y honesto, en enero de 2008 Westfall dio marcha  atrás con el libro y cambió el relato en el sitio web. El pinchazo del mito  parece haber sido aprovechado por el Santuario de Primates Suncoast de Palm  Harbor, que aseguró tener como pensionado al auténtico mono Chita . Creado en  1951 por Robert y Mae Noell, alberga a 70 animales –incluidos reptiles y aves  tropicales–, y ofrece un show a los visitantes: magia y malabares, y chimpancés  que se ganan las bananas boxeando . Westfall, en cambio, para aumentar los  ingresos de CHEETA, vende los cuadros monigoteados por su simio insignia. 
                  El Chita de Suncoast –que en realidad se llamaba Jiggs Jr–  era un animal sin dudas añoso, que el 24 de diciembre tuvo una falla renal y  pasó al verde cielo de los monos, previo paso por el crematorio. Debbie Cobb,  la directora del refugio, tiene una inefable coartada : “Lamentablemente hubo  un incendio en 1995, en el que se perdió mucha documentación”. 
                  Sin darse cuenta, Cobb también quemó parte del mito : contó  que a diferencia de la cariñosa mona que se abrazaba al campeón olímpico, Jiggs  Jr, cuando se enojaba con alguien, le tiraba caca a través de los barrotes.  |