Sibila Camps La anterior visita del cometa Halley provocó, hace 76 años, una psicosis mundial ante lo que se creía podría ser el fin del mundo, y sirvió para que –recurriendo a pistolas, puñales y venenos de todos los sabores– unos cuantos mortales de todo el planeta resolvieran dejar constancia de su condición de tales, y pusieran su granito de arena para disminuir la densidad demográfica. Claro, aún no se hablaba de la bomba atómica. En 1986, con varios callos –perdón, años– de experiencia en caminatas espaciales (Selene incluida), el miedo discurre por otros cauces, y el hombre ya piensa en el Halley sólo con curiosidad y con sereno espíritu de diversión. Tanto es así que en sólo 36 horas, casi 600 personas de diversos puntos del país han hecho su reserva en un charter argentino cuyo único destino es la observación del celebérrimo bólido.
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