Sibila Camps. Nueva Helvecia. Enviada especial
Si rematan el cine, yo vengo a llorar a la puerta, amenazó María Natalia Aguirre en diciembre pasado. Ahora se asoma a la sala en puntas de pie, pierde los ojos en las 1.080 butacas y los vuelve al fondo, donde su familia tenía reservada la última fila. Ataja un lagrimón escurridizo y sonríe: Ahora es del pueblo!El 15 de enero pasado, los 11.200 habitantes de Colonia Suiza, a 56 kilómetros de Colonia y 121 de Montevideo, vivieron su propio Cinema Paradiso, pero con final feliz: para evitar que lo vendieran y terminara siendo un supermercado, compraron el cine.
Entiéndase bien: no fue pagado por el Ministerio de Cultura del Uruguay, ni adquirido por la intendencia del departamento de Colonia (aunque hizo un aporte significativo). Son los propios vecinos los que están poniendo los 115.000 dólares, con donaciones, materiales, mano de obra y las rifas que empezaron a organizar.
Pocos conocen el filme de Giuseppe Tornatore. En 1990, cuando se estrenó, el cine Helvético llevaba cinco años cerrado. Reabrió durante 1993 y 1994, explotado por un jardín de infantes que reunía fondos para tener su propio edificio. Después volvió la oscuridad.
El centro social
Abraham Nemer debió de ser el único siriolibanés entre suizos y alemanes madrugadores, dedicados a sus tambos y a la elaboración artesanal de quesos. Cuando levantó el cine, en 1910, no se imaginó que pronto se convertiría en el eje de la actividad social de Colonia Suiza y de Nueva Helvecia, su núcleo urbano. Tenía 500 localidades, incluido pullman. Una década después agregó palcos.
Entonces no había cine tan seguido, porque las granjas estaban aisladas y no era fácil movilizarse –recuerda Eva Schöpf (84)–. Como los clubes no tenían sede, para los carnavales y para la fiesta nacional de Suiza se levantaban las butacas y había baile. También la víspera de la independencia de Uruguay, cuando las chicas se presentaban en sociedad.
El cine no daba para comer, y don Abraham pasó a manejar el primer taxi del pueblo, que fue también el primer auto. Pero siguió insistiendo, y los días en que había función, izaba una bandera para avisar. El 15 de noviembre de 1930, el periódico Helvecia anunciaba el espectáculo maravilla de filmes sonoros, musicales y parlantes. Ahí se quedó sin empleo el pianista Luis Häberli.
Entusiasmado, Nemer abrió cines en Juan Lacaze y Rosario, dos pueblos cercanos. Mario, uno de sus hijos, comenzó a acompañarlo a Montevideo para aprender el oficio de alquilar películas y calcular los horarios de proyección. Ricardo Bauman ya llevaba varios de los 64 años que pasó operando el proyector y soportando las chiflatinas cuando se cortaba la cinta.
A sala llena
Homero Duomarco tenía 12 años en 1940, cuando empezó a escribir los argumentos de los filmes para publicar en los periódicos y en los programas, que se repartían en bares y casas. “El cine Helvético era mi vida –recuerda–. Los Nemer me contaban más o menos cómo era la película, y yo lo redactaba y lo inflaba un poco”.
Era él quien advertía Inconveniente para damas, garantía segura de que habría sala llena. Todos se acuerdan de las zapateadas en el piso cuando daban una de cowboys. Del éxito del cine argentino y mexicano. Que no sirvió de nada en 1950, el día en que Uruguay salió campeón del mundo, y se suspendió la proyección, y terminaron todos en la plaza.
Ya se justificaba la refacción de 1955, cuando la sala superó las mil butacas. “Si daban una de Cantinflas, tenía que plantarme bien fuerte, y aflojar el cuerpo sólo para dejar pasar a las mujeres y que no las apretaran”, evoca Ernesto Pozzi, portero para todo servicio entre 1968 y 1985.
“El cine era un programa”, explica Carlos Moreira, intendente de Colonia, nacido en Nueva Helvecia. El vermouth con baile en el Centro Helvético se suspendía a la hora del cine y se reanudaba después. O se iba al cine y luego a cenar. Nos poníamos tacos y vestido. “Los hombres, de traje”, apunta Nélida Beltrán, presidenta de la Comisión Pro Recuperación del Cine.
Bandera de remate
Para entonces, el Helvético ya estaba en manos de los dos hijos de Nemer. Se llenaba hasta los pasillos, y no alcanzaba. “A fin de mes venían altos de vales para pagar, y no había un peso”, señala Florentina Betarte, la viuda de Mario Nemer.
La hiperinflación y el auge del video hicieron el resto. Murieron los Nemer. Cerraron los cines de Rosario y Juan Lacaze. Se fueron acumulando las deudas por impuestos del Helvético. “Lo pusimos en venta con mucho dolor, porque fue algo muy nuestro, tan de la familia”, confiesa doña Florentina.
Al borde de la bandera de remate, en un programa del canal de cable local, Florentina preguntó: “¿Qué podemos hacer para que el cine quede para Colonia Suiza?” El pueblo se autoconvocó en tres asambleas. Surgieron donaciones e ideas de financiamiento. Nació la Asociación Civil Centro Regional de Cultura Cine Helvético. El 31 de enero, los vecinos se arremangaron en la jornada de limpieza y se probaron las butacas para marzo, cuando vuelva a descorrerse el telón. Muchos piden que sea con Cinema Paradiso: quieren saber cómo es esa película que cuenta una historia igual a la de su pueblo.
http://www.clarin.com/diario/1998/02/08/e-04401d.htm |