Sibila Camps                    
                  Buena parte de las costas argentinas  sufre un proceso de erosión. Contra esa fragilidad natural impactan los efectos  del cambio climático, que ya se están registrando. A eso se suma la acción  humana, es decir, el mal manejo costero en algunos lugares. 
                  “Una combinación explosiva” , advierte el  doctor Jorge Codignotto, investigador principal del Conicet y director del  Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA). 
                  “Hace unos años, los meteorólogos  descubrieron que el anticiclón semipermanente del Atlántico Sur se desplazó  ligeramente hacia el sur. Las consecuencias para el Río de la Plata y costas  bonaerenses son que hay un poco más de viento del este, un poco más intenso y  un poco más frecuente”, da cuenta el doctor Walter Dragani, investigador  independiente del Conicet y del Ministerio de Defensa en el Servicio de  Hidrografía Naval.  
                  “Esto trajo un leve impacto en el oleaje  en los últimos años, un incremento de unos pocos centímetros en la altura de  las olas, más notorio mar adentro que en la costa; y también mayor cantidad de  oleaje desde el este –continúa el oceanógrafo–. Creemos que esto tendrá un leve  efecto erosivo sobre la costa”. 
                  A este impacto local se agrega el  calentamiento global, que a nivel planetario provoca un incremento en el nivel  del mar estimado en 3,8 milímetros por año. Para el año 2100, los expertos del  Panel Intergubernamental Sobre Cambio Climático (IPCC) calculan un aumento de  60 centímetros. 
                  Codignotto apunta el efecto dominó que  esto acarrearía: “incremento de la frecuencia y la intensidad de las tormentas  en áreas costeras, cambios en las corrientes cercanas a la costa y en la  energía de las olas”. 
                  El aumento del nivel del mar implica un  riesgo mayor cuando ocurre en costas bajas, como los 120 kilómetros de la bahía  de Samborombón, que en promedio están a menos de 1 metro sobre el nivel del  mar. Son por lo tanto inundables cuando hay sudestada o tormenta –como sucede  en General Lavalle–, con la posibilidad de destrucción en zonas urbanizadas. 
                  Por otra parte, de los aproximadamente  5.300 kilómetros de costa argentina, más de 4.000 sufren un proceso erosivo  natural . En el sur de la Patagonia, por ejemplo, la costa ha retrocedido hasta  10 kilómetros en los últimos 7.500 años. 
                  En ese contexto, Dragani subraya que  muchos geólogos especializados en costas investigan “solamente los efectos  antropogénicos, que son mucho más fuertes”. Y enumera “puntos locales que  merecen una atención mayor: Mar del Tuyú, Las Toninas, Villa Gesell ;  balnearios que se cayeron, casas que se derrumbaron. Se debe a loteos  inadecuados en la década del ’50, cuando no había conciencia ni se conocía bien  los mecanismos físicos que guiaban el transporte de arena”. 
                  “En Mar del Tuyú se llegó a lotear casi  en el mar, lo que genera fenómenos físicos que incrementan la erosión”, observa  Codignotto. 
                  El puerto de Mar del Plata , necesario  por razones económicas y sociales, tiene su contracara: las dos escolleras, en  especial la del sur, atajan la arena y “vacían” las playas del norte. “Esa es  la arena que no llega a Santa Clara del Mar ni a Villa Gesell”, explica el  científico. 
                  Codignotto pone otro ejemplo: unos 30  kilómetros de la ruta 3, al norte de Caleta Olivia. La traza no sólo se hizo  demasiado cerca de la costa, sino que además se extrajo gran cantidad de canto  rodado, para utilizarlo en la construcción. Eso facilitó la erosión, y el  pavimento se vino abajo, por lo que hubo que volver a hacer la ruta.  
                  “Se tira dinero al mar. Se necesitan más  estudios para no perder dinero –reclama Codignotto–. No se puede proteger las  costas, ‘defender’ cientos de kilómetros; sí se puede no generar sectores de  erosión. Pero hasta ahora no lo hicieron los especialistas, sino los  rematadores y los intendentes, decidiendo sobre los fenómenos naturales”. 
                  Frente a este diagnóstico, los expertos  plantean soluciones. “Con una buena conciencia ambiental y un buen manejo  costero, podemos estar mejor de lo que estamos, a pesar del cambio climático  –augura Dragani–: una buena urbanización en los loteos nuevos; evitar las  calles transversales, que funcionan como desagües pluviales; nada de cemento en  las playas. Respetar el médano costero, porque es parte de la playa; si lo  forestamos mucho, la arena pierde la capacidad de ir y venir. Y empezar a  urbanizar desde el médano hacia adentro de la costa”.                                        |