Por Sibila Camps.
Enviada especial a Río Gallegos
La ciudad de Río Gallegos tiene un peligroso privilegio: por allí pasa, todas las primaveras, el agujero de ozono, con lo que sus habitantes quedan expuestos a una mayor radiación solar . Pero los científicos argentinos han sabido sacar ventaja de esta contingencia y, mediante el complejo instrumental del Observatorio Atmosférico de la Patagonia Austral (OAPA), también investigan cómo influye el agujero de ozono en el cambio climático.
“El ozono se forma entre los trópicos, donde hay mayor radiación ultravioleta (RUV), y luego, por la circulación atmosférica, se redistribuye hacia los polos”, explica el doctor Elian Wolfram. Esa capa, situada entre los 18 y los 24 kilómetros de altura, absorbe la radiación UV.
Cada año, el vórtice polar antártico –un cinturón de fuertes vientos que se forma en invierno– aumenta el agotamiento del ozono sobre el casquete sur, al retener aire muy frío que contiene partículas en suspensión; es un fenómeno natural, y la capa de ozono se regenera hacia el verano. Pero a fines de los ’70 empezó a observarse una disminución creciente de este gas y, finalmente, el agujero.
A partir del compromiso de los países firmantes del Protocolo de Montreal (1989), el agujero ya no crece . “Pero aun no hay señales importantes de que se haya reducido.
En latitudes sur, lleva más de 40 años recuperar el nivel de ozono”, explica el profesor Akira Mizuno, de la Universidad de Nagoya (Japón).
Mizuno es uno de los varios científicos de su país que han hecho valiosos aportes al OAPA, gracias a la Agencia Internacional de Cooperación del Japón (JICA). En realidad, la génesis del Observatorio data de 1995; nació en la Base Aérea de Río Gallegos, de la mano de científicos del Ceilap, el Centro de Investigaciones en Láseres y Aplicaciones (CITEFA-CONICET). Allí funciona uno de los dos únicos Lidar del país, una tecnología que permite ir midiendo la cantidad de ozono de la “columna” que va atravesando el rayo láser, explica el doctor Pablo Ristori; el otro Lidar, también del Ceilap, está en Villa Martelli.
Es un lugar estratégico: el agujero de ozono da una vuelta completa una vez por semana y, por tener forma más bien oval, la ciudad a veces queda adentro, otras afuera, y otras en el borde. Algo similar sucede con Punta Arenas, Chile, donde en 1992 se iniciaron los estudios de medición de ozono y de RUV, en el laboratorio de la Universidad de Magallanes. Por esa razón, la JICA propuso aunar esfuerzos.
Entretanto, el Observatorio Atmosférico fue enriqueciéndose. Allí está una de las 5 antenas en América Latina –tres en nuestro país– que detectan descargas eléctricas en superficie . Allí se alojan un espectrofotómetro de Brasil , que mide ozono y otros gases atmosféricos, y un fotómetro solar de la NASA.
Varios radiómetros argentinos registran en forma permanente la radiación UVA y UVB . Y en diciembre se sumó el costoso radiómetro de ondas milimétricas instalado por el profesor Mizuno, que puede detectar cantidades mínimas de ozono hasta 80 kilómetros de altura.
Los datos proporcionados por esos instrumentos son recibidos en cinco redes internacionales de medición de parámetros atmosféricos, “por su calidad, regularidad, eficiencia y relevancia”, destaca el doctor Eduardo Quel, director del Ceilap. Tres de ellas monitorean vapor de agua y aerosoles –polvo, arena, cenizas volcánicas, partículas producidas por quema de bosques y campos–, elementos que pueden influir en el clima. Además, el Observatorio está en red con el Servicio Meteorológico.
“El ozono influye en el balance de energía de la atmósfera”, destaca Mizuno. Y recuerda que en la Antártida, el calentamiento global ha sido mucho más intenso que en otras partes del mundo.
“La pérdida de ozono genera un enfriamiento de la estratósfera, lo que cambia la estructura de la atmósfera y la circulación en la Antártida. Según modelos, esto va a generar un aumento del vórtice polar, lo que a su vez realimentaría el agujero de ozono”.
“Este cambio en la circulación regional podría influir en la circulación global, y ser uno de los motores del cambio climático.
No hay consenso en esto –advierte el científico–, pero me interesa, a partir de los datos de este proyecto, saber si es verdad o no”.
Los objetivos son tan ambiciosos como necesarios. Así lo expresa la representante de JICA, Kyoka Noguchi: “Esperamos que con estos resultados se logren cambios en las políticas de los países”.
http://www.clarin.com/sociedad/Investigan-Sur-relacion-cambio-climatico_0_559144175.html |