Sibila Camps Especialistas de organizaciones internacionales y ambientales de varios países alertaron sobre los graves deterioros a los ecosistemas que provocarán los megaproyectos de obras públicas previstos para los próximos años, dentro de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA). En el II Congreso Latinoamericano de Parques Nacionales y Otras Areas Protegidas, que está sesionando en Bariloche, los expertos alertaron sobre las consecuencias que acarrearán las carreteras interestatales, y los daños que ya están causando la explotación minera y petrolera, las represas y el avance de la frontera agrícola a costa de la deforestación.
Hasta el lunes a la noche se habían registrado 2.021 inscriptos, que se comprometen activamente en 17 talleres simultáneos diarios, cuyos temas también se renuevan día a día. Biodiversidad, turismo, pueblos originarios, participación ciudadana, iniciativas privadas y educación ambiental son apenas algunos de ellos. Pero lo que empieza a perfilarse como uno de los ejes principales es el cuestionamiento al modelo de desarrollo del continente, por considerárselo no sustentable. Dicho de otro modo, pan -o soja, o petróleo- para hoy, hambre para mañana.
En el diagnóstico casi no hay disensos. Timothy Killeen, de Conservation International, señaló que "interconexión no es integración", y que las redes sudamericana de carreteras e hidrovías previstas en IIRSA serán "catalizadoras de los demás procesos" de degradación ambiental, como desmonte, avance de la frontera agrícola, explotación minera y petrolera, con sus implicancias negativas en el cambio climático.
Killeen puso el acento en el Amazonas: los 23 modelos de cambio climático auguran reducciones significativas de lluvias, sobre todo en el sudeste. En la franja ecuatorial, "alrededor del 50% de la lluvia de los Andes llega al Río de la Plata. Una reducción del 1% traería grandes problemas para la producción agrícola" de la Argentina. Por eso no sirven los estudios locales de impacto ambiental, ya que no contemplan la sinergia que se produce en toda la región.
Más del 80% de las exportaciones de Chile, Perú y Ecuador y el 46% de las de Brasil son productos primarios. "Naturaleza", observó el uruguayo Eduardo Gudynas, del Centro Latinoamericano de Ecología Social. "Cada vez tenemos economías más parecidas a la época de la colonia", dijo.
Con apoyo de la World Conservation Society y de especialistas de Neuquén, Mendoza y San Juan, Martín Funes analizó el impacto de las industrias extractivas. Mostró que los mapas de concesiones mineras e hidrocarburíferas se superponen con las áreas protegidas, y destacó el escaso o nulo control del Estado. Neuquén, por ejemplo, ni siquiera tiene ley de áreas protegidas.
Debido a la extracción de gas y petróleo, la reserva de Auca Mahuida (noreste de Neuquén) está "rastrillada" por 40.000 kilómetros de picadas. Eso facilitó el ingreso de los cazadores furtivos -señaló Funes- que eliminaron entre el 90 y el 95% de la población de guanacos.
Donde no hubo unísonos fue en las propuestas. Killeen plantea que Latinoamérica debe insertarse en la globalización, aunque poniendo condiciones. Junto con otros especialistas en esta región nacidos en países desarrollados, insiste en el pago por servicios ambientales (agua, selvas intactas) y en el mercado de carbono. Gudynas, en cambio, brega por "una regulación social y ecológica del mercado: no se puede transformar la naturaleza en función de las necesidades económicas". Al fin de cuentas, "todo lo que comercia América Latina es menos del 3% del comercio mundial", subrayó.
Hubo muchas otras propuestas, a diferente escala. Ernesto Ráez-Luna, de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, ofreció varias: hacer alianzas estratégicas, consorcios y colectivos, también con grupos no ligados a la conservación; armar redes regionales; advertir a los gobiernos que a la larga estas políticas generarán más costos que beneficios. En ese sentido, todos advirtieron sobre los riesgos de los biocombustibles, que acentuarían la deforestación. En resumen, recalcó Gudynas, se trata de "recuperar la autonomía frente a la globalización, para ensayar otros estilos de desarrollo".
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