Sibila Camps "Queremos que ahora se hagan bien las cosas, porque es un riesgo altísimo para la población", reclama la ingeniera química Gloria Plaza, docente de la Universidad Nacional de Salta. En 2006, la UNSa elaboró un diagnóstico ambiental de la cuenca del río Tartagal, donde consideró "altamente probable" que se repitiera el desastre que había hecho colapsar una amplia zona de la ciudad. La Municipalidad de Tartagal pidió entonces un diagnóstico de riesgos a la UNSa. El informe detalló en primer término las características climáticas, orográficas y de los suelos de la cuenca; la vegetación natural y los usos de suelo –en especial el avance de los cultivos en la cuenca baja, afectada por grandes desmontes. Luego se documentó, con numerosas fotografías, todas las situaciones que pueden entrañar un peligro, y que constituyen un muestrario de imprudencias, negligencias y temeridades. Finalmente los técnicos propusieron una serie de recomendaciones para minimizar o evitar los riesgos. A principios de abril de 2006, las fuertes lluvias en la alta cuenca del río Tartagal, hicieron crecer el caudal de agua y barro del río. Las barrancas se desmoronaron, y con ellas cayeron varias viviendas al lecho del río. El aluvión del 9 de marzo pasado –del que se cumple hoy un mes– tuvo un origen similar: se cree que las lluvias aguas arriba provocaron el deslizamiento de la ladera de un cerro que, junto con la vegetación, se volcó en el río. Cada vez más caudaloso, el río Tartagal fue arrastrando árboles arrancados de cuajo y troncos talados clandestinamente. El río arrasó con varias viviendas precarias, lo que causó la muerte de dos mujeres. "En 2006, el entonces intendente Héctor Valenzuela se preocupó por difundir el informe. Se hicieron muchas obras edilicias en la cuenca media –donde está la ciudad–, que desgraciadamente ahora están destruidas. También se hicieron obras de protección para la zona urbana, que se consideró lo más importante", actualiza Plaza. Quedó pendiente la restauración de la cuenca alta, que fue lo que desató el desastre. "No hay una sola respuesta técnica pero, en lo personal, prefiero que las inversiones se hagan en la alta cuenca, para proteger las laderas y tratar de estabilizarlas –opina el decano de Ciencias Naturales de la UNSa, doctor Guillermo Baudino, especializado en Hidrogeología–. El subsuelo es terriblemente inestable. Las pendientes son muy altas y el monte nativo a duras penas sostiene las laderas. Si es degradado, favorece los deslizamientos de tierra. Por eso insistimos tanto con la protección de los bosques". "Lo que inició la erosión fue la apertura de caminos" para la exploración y explotación petrolera, indica Plaza. "Me mostraron fotos recientes y ahora no se puede acceder: eso sigue en constante degradación", agrega. Por esos caminos entraron las motosierras y salieron los rollizos. "Los árboles deberían tener de 10 a20 metros, y son más bajos", agrega. La mejor prueba de la tala furtiva ininterrumpida fueron los troncos pelados que arrastró el último aluvión. Hubo además desmontes que ahora son cultivos. "Consideramos fundamental el estricto control y monitoreo de las actividades petroleras, forestales y ganaderas de la cuenca alta", señala Plaza. "Allí hay que hacer obras para que cuando las aguas lleguen a la ciudad, lo hagan con una velocidad que no cause tanto daño", completa Jorge Albeiro, ex docente de Geología en la UNSa–Tartagal. Los técnicos y científicos consideran que es urgente y posible realizar obras. Por ejemplo, estabilizar las laderas reforestando con especies nativas. Elegir cuidadosamente el trazado de los caminos. Estudiar a fondo el comportamiento de la cuenca. Evaluar con objetividad el impacto ambiental de las obras de ingeniería. "Con medidas de mitigación se puede ayudar a que esta transformación tan grande se atenúe. Por eso es tan importante manejar bien el ordenamiento territorial. Lo hecho, hecho está. Ahora hay que saber convivir con la naturaleza, y protegerla", señala Plaza. "Estando aguas arriba de una ciudad, esa serranía tiene que estar protegida como una reserva provincial –exige Baudino–. Si se sigue degradando las altas cuencas, es previsible que esto vuelva a ocurrir en cualquiera de todas las poblaciones que, como Tartagal, están a lo largo de la ruta 34". |