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Publicada en diario "Clarín", Buenos Aires, 22 de Julio de 1999

CULTURA: MUESTRA SOBRE LOS ANTIGUOS TEJEDORES

  La seducción del arte textil andino  
Exponen 80 piezas de gran calidad en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco


Sibila Camps

Los ponchos de vicuña que hoy deslumbran a los turistas europeos y norteamericanos son apenas la continuidad de miles de años de laboriosa creatividad. La muestra Arte textil andino, montada en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco (Suipacha 1422), reconstruye la historia de los tejedores del Perú, Bolivia y norte de Chile, desde el siglo III antes de Cristo hasta el siglo pasado.

La antropóloga Ruth Corcuera, curadora de la exposición, trabajó durante un año para poder reunir y exponer 80 piezas que sorprenden por su variedad y su calidad. La mayoría proviene de colecciones particulares, mientras que otras pertenecen a museos de distintas ciudades argentinas.

Maravillas de la paciencia, estos hilados sirvieron para vestir a pastores de la Puna y a altos personajes de la nobleza inca. Con dedos ágiles, las hilanderas afinaron sin imperfecciones los capullos de algodón y, sobre todo, los vellones de llama, guanaco, alpaca y vicuña, esta última, destinada a la gran alcurnia. En primitivos telares verticales, los tejedores lograron tramas apretadas y parejas, para protegerlos del frío.

“Una cultura no se trunca y se muere en un período”, subraya Corcuera. Ya en los tejidos más antiguos aparecen los motivos andinos: la tríada del felino (el jaguar), la serpiente y el ave. A partir de 1450, la estrella de ocho puntas se convirtió en el logotipo del imperio inca, símbolo de una cultura agrícola vinculada con la observación del cielo.

Con la llegada de los conquistadores, los tejedores cuzqueños trataron de imitar las puntillas e incorporaron la seda, sobre todo en bordes y cordones. Las primeras mujeres españolas les encargaron sábanas y prendas de algodón. Y se cree que fue por la influencia de los esclavos africanos que en el Alto Perú surgió la moda de bandas de 20 centímetros unidas entre sí, formando mantas o ponchos.

Deslumbran los plumarios de 300 a 400 años d.C., ropa de gran ceremonial que incorpora a la trama pequeñas plumas de pájaros selváticos. En los siglos VII y VIII, los artesanos de la cultura Chancay ya aplicaban la técnica del pachtwork, y dibujaban los motivos con la técnica del batik. Asombra el terciopelo logrado para un gorrito de niño. Enternece la prolijidad de una guarda confeccionada por una madre para el unku o camisa de su hijo.

Gracias a la sequedad del clima y a las condiciones minerales del suelo se han conservado brocados, gasas, tejidos similares al crochet, otros hechos con más de dos agujas y guardas con volumen. El medio ambiente también preservó los vistosos colores, así como las mostacillas que adornan una chuspa (bolsa), confeccionadas con conchillas de spondilus y patas fosilizadas de pájaros.

Al menos doce siglos tiene el magnífico tocado tejido con plumas, del que cuelgan trencillas de cabello humano sujetas por lanas multicolores que, al desplegarse, conforman una guarda. Ya de la época colonial es el enorme tapiz que ilustra la escena bíblica de La creación de Eva, combinando la tradición inca con la de Flandes.

Para montar la muestra, Patricio López Méndez supo conjugar los criterios didácticos con la delicadeza que se merecen estas anónimas obras de arte. La exposición estará abierta hasta setiembre inclusive, de martes a domingos entre las 14 y las 19. La entrada es gratis los jueves, y los fines de semana a las 16 hay visitas guiadas.