Publicada en diario Clarín, Buenos Aires, 22 de octubre de 2012

 

Una expedición completa de mujeres hizo cumbre arriba de los 6 mil metros

Son experimentadas montañistas, de tres generaciones distintas.

SIBILA CAMPS

Tres mujeres salteñas, de tres generaciones, conformaron la primera expedición femenina de la Argentina que hizo cumbre arriba de los 6.000 metros sobre el nivel del mar, como un homenaje a las mujeres montañistas de nuestro país. Escalaron el nevado de Cachi –macizo de nueve cumbres–, “por ser el vigía esencial de nuestros Valles Calchaquíes”, explica Griselda Moreno (37), quien condujo al grupo. Y si bien el fortísimo viento les impidió ascender a la más alta, de 6.380 metros –uno de los 50 picos superiores a los 6.000 metros–, sí llegaron a la cumbre Hoygaard, de 6.213 metros.

Las tres tenían experiencia como montañistas y, como tales, nunca habían dejado de entrenarse. Mariela del Valle Flores, licenciada en sistemas, (27) había alcanzado picos de 5.000 metros, y por ser la más joven, quizá tuviera más resistencia; pero no la experiencia de Mercedes López (45), madre de dos hijos y a cargo de Cerámica Cerrillos, quien por esa causa venía postergando sueños en altura. En cuanto a Griselda, periodista y fotógrafa de aventuras, ha ascendido varias veces arriba de los 6.000, y participado en expediciones internacionales.

“Cuando soñaba con esto, pensaba en incentivar a las mujeres a hacer expediciones. Me propuse motivar al género para demostrar que podemos idear, organizar y ver la logística desde una mente femenina”, contó Griselda a Clarín.

Decidieron que la expedición sería al estilo alpino, sin contratar agencia para llevar carpas, cocina y equipamiento. Tampoco recurrieron a mulas: las tres mujeres, de entre 50 y 55 kilos, ninguna de las cuales mide más de 1,65, cargaron cada una su mochila de entre 16 a 18 kilos. “Psicológicamente, una se prepara para saber que la espalda puede cargarlos. También hay que saber armar la mochila, para poder caminar como si una no la tuviera”, cuenta Griselda. En la suya llevaba la bandera del Museo de los Seis Miles que, situado en Fiambalá (Catamarca), es dirigido por las montañistas María Acevedo y Lis Sable.

Emprendieron la trepada el 10 de octubre. “Muchas veces, cuando amanece, el viento mengua; pero en esos días, nunca paró. En las cornisas, avanzábamos un paso y retrocedíamos otro”. Hicieron cuatro campamentos. “Todo el camino fue de una gran belleza, caminamos a la vera de ríos, bebimos agua de las vegas con hierbas aromáticas de la Puna, cruzamos vizcachas andinas, atravesamos cascadas de hielo, y asistimos a la maravilla de un circo glaciar que nos dejó extasiadas”, escribió Griselda al concluir la aventura. En el cuarto campamento, las ráfagas doblaron los parantes de la carpa contra las bolsas de dormir. Esa noche, el termómetro marcó 20º bajo cero. Cuando iban por la mitad del último tramo, “ya sabíamos que no íbamos a llegar a la cumbre principal”. Tocaron los 6.213 metros, el domingo 14 de octubre, a la 1.28 de la tarde.

El descenso tuvo sólo una escala. “Una vuelve un poco magullada: la piel reseca, con ampollas, los labios cortados… pero es parte de la hostilidad arriba de los 4.000 metros”. Griselda, quien ha caminado, recorrido y convivido en 70 países, ama las montañas. “El tiempo deja de ser importante en ellas. Sólo valen las interminables noches calladas y el manto estelar a centímetros de las narices. No importa si se ha llegado antes a la cima o un par de horas después. Tampoco importa si la cumbre no toca ese día –escribió–. Vale regresar con momentos inolvidables y todas las capacidades para intentarlo otra vez. Vale admirar, respetar, estimar lo que tenemos y volver con las pieles encendidas reflexionando sobre el poder de estos gigantes de la Tierra. Y también en la energía que absorbemos cuando hemos pasado un tiempo allí”.

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