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Publicada en diario " Clarín", Buenos Aires, 22 de Enero de 1986

SINGULAR PLATEA PARA VER AL COMETA


Un charter para el Halley

Sibila Camps

La anterior visita del cometa Halley provocó, hace 76 años, una psicosis mundial ante lo que se creía podría ser el fin del mundo, y sirvió para que –recurriendo a pistolas, puñales y venenos de todos los sabores– unos cuantos mortales de todo el planeta resolvieran dejar constancia de su condición de tales, y pusieran su granito de arena para disminuir la densidad demográfica.

Claro, aún no se hablaba de la bomba atómica. En 1986, con varios callos –perdón, años– de experiencia en caminatas espaciales (Selene incluida), el miedo discurre por otros cauces, y el hombre ya piensa en el Halley sólo con curiosidad y con sereno espíritu de diversión. Tanto es así que en sólo 36 horas, casi 600 personas de diversos puntos del país han hecho su reserva en un charter argentino cuyo único destino es la observación del celebérrimo bólido.

     
 


Para acariciar la celeste cabellera

Contrariando el famoso eppur si muove, observatorios astronómicos y empresas turísticas de los cuatro puntos cardinales del planeta aseguran que serán sus pagos los que permitan la mejor visual del esquivo astro. También América del Sur se atribuye el mangrullo de privilegio y, así como un empresario brasileño ha organizado un tour a las estrellas para la fecha en que el Halley brillará con todas sus lentejuelas, una firma argentina debutará en el mercado turístico precisamente proponiendo una excursión nocturna en la que no se podrá hablar más que de asuntos celestiales, preferentemente del susodicho cometa. (ver nota completa)


Tocar el cielo con las manos

Aunque 10.000 metros parecen un descuento ínfimo en los 63 millones de kilómetros que nos separarán entonces del Halley, María Teresa Bolleta, presidenta y socia de la firma, asegura que “se va a distinguir más, ya que la atmósfera es distinta”. Héctor Schaub, encargado del charter Halley, considera que “va a ser distinto, también a nivel científico, ya que uno está restando 10.000 metros que en un telescopio equivalen a diez lentes; además, la cercanía y los aparatos que se van a llevar a bordo permitirán observar mejor” (ver nota completa)


“Esto no es un show”

En las tres o cuatro horas de vuelo –duración total aconsejada por los técnicos de aviación–, y conducidos por pilotos internacionales, los pasajeros serán atendidos a cuerpo de rey por seis azafatas que les servirán una cena de primera categoría y que, poco antes de iniciar el aterrizaje, los convidarán a brindar con champán en honor del secular visitante. (ver nota completa)