Publicada en diario "Clarín", Buenos Aires, 11 de julio de 2011.

“Diálogo en la oscuridad”

Un recorrido a oscuras para confiar en los otros y agudizar los sentidos

Propone usar, durante una hora, manos en lugar de ojos y oídos en vez de miradas.

SIBILA CAMPS.

Manos en lugar de ojos. Oídos en vez de miradas. Los pies titubean con pasitos arrastrados, hasta que comienzan a enseñar a través de los zapatos. El bastón aprende pronto a servir de lazarillo. Y se empieza a descubrir que, cuando se ausenta la luz, se iluminan otros sentidos, se encienden sensaciones desconocidas y se enlazan conexiones inexploradas, sin intermediaciones.

Creado por el alemán Andreas Heinecke en 1989, Diálogo en la oscuridad –que se ofrece desde mañana en Ciudad Cultural Konex– les habla en el mismo idioma a todos los hombres y mujeres, niños y niñas del mundo: el de la necesidad de confiar en el prójimo para transitar por este mundo. Y lo plantea como un recorrido de una hora, en la negrura absoluta, por entornos cotidianos que van volviéndose reconocibles a fuerza de aguzar las percepciones.

Una primera guía da la bienvenida a cada pequeño grupo de visitantes –no más de ocho personas–, les entrega el bastón y les explica cómo usarlo. Conviene dejar afuera bolsos, carteras y abrigos, y tener las manos sueltas. E ingresar sin temores –no hay desniveles, ni obstáculos que puedan lastimar–, porque también se puede salir en cualquier momento, si la angustia aprieta (pocas personas lo piden).

Ya inmersos en la oscuridad, un guía ciego se presenta y pregunta los nombres de las visitas. De ahí en más, en una sorprendente inversión de roles, será el timonel en busca de respuestas a preguntas que él mismo ya no necesita.

Se pisa la grava, se huele la tierra: estamos en un parque. Alguien encuentra una planta, y todos los demás buscan acercarse para acariciarla. Más allá, una caída de agua sobre el arroyo. La voz del guía orienta hacia el puentecito colgante, y unos a otros van ayudándose a cruzarlo. Del otro lado hay bancos: primer descanso, primeras reflexiones.

Luego, a la calle. Se la identifica por el fragor del tránsito. El bastón registra la vereda mientras se palpan paredes, exploran rejas y examinan puertas. Y se cruza la calle, rozando la trompa de un auto. Del otro lado están la verdulería y la frutería: formas y texturas bastan para registrar papas, cebollas, mangos, peras, manzanas y limones. El grupo llega a un muelle; se distinguen la brisa, las olas, el ronroneo del motor de un barco. Es la lancha que nos llevará en una agradable travesía acompañada por las gaviotas, entre el viento y salpicaduras del mar.

Ya se acaba la excursión, que ha sido lo suficientemente intensa como para desear comentarla. El aroma a café encauza hacia la barra; también se puede elegir una bebida y comer algo dulce. Sentados en cómodos sillones, todos se largan a trasmitir lo experimentado. Pero el mayor interés apunta hacia el guía, a querer saber cómo ha logrado tantas cosas.

Esta cronista tuvo el privilegio de estar en las manos de Pepe Macías, un mexicano que a los 28 años ya es traductor de inglés, entrenador de guías y director para América latina de Recursos Humanos en Dialogue Social Enterprise, empresa fundadora del proyecto a nivel internacional.

Prejuicios y aprensiones quedaron archivados antes de ser siquiera descartados.“No está manejado como un simulacro de ceguera, sino como punto de encuentro entre personas. Intentamos romper el hielo, y la oscuridad es un pretexto para compartir con otros que, a lo mejor, no se animarían –resume Pepe–. Hay mucho miedo a la oscuridad; pero la gente también le tiene miedo al silencio”.

Mucho es también lo que se aprende en apenas una hora. Quizá lo más importante sea que no hay peor ciego que el que no quiere oír.

http://www.clarin.com/sociedad/recorrido-oscuras-confiar-agudizar-sentidos_0_517748310.html

Contra todos los prejuicios

En 1986, cuando trabajaba como periodista y documentalista para una empresa alemana, a Andreas Heinecke le encargaron el desarrollo de un programa de rehabilitación para un colega que había perdido la vista en un accidente. Así conoció los prejuicios sociales hacia personas diferentes y nació la idea de esta muestra, que ahora está de paso por Buenos Aires, de martes a domingos, en el Centro Cultural Konex.